¿Qué es más importante, la idea o el presupuesto?
El temor al fallo no hace más que paralizarnos y no creer en nuestra propia capacidad creativa. Si la primera opción no convence, la segunda opción ha de ser inexcusablemente observada.
He leído recientemente un artículo del Dr. John Hogan titulado “Es el tamaño de tu idea, no el de tu presupuesto”. Un interesantísimo post que, por fortuna, llama a la reflexión.
Hay quien prepara un presupuesto de un proyecto, de una operación enfocándose en gastar una partida determinada. En lugar de enfocarse en dilucidar el modo de conseguir los resultados y objetivos deseados, se preocupa más por confeccionar un documento o un plan que sirva para que el propietario o la Dirección de la compañía lo apruebe sin saber el fondo o motivo de ese proyecto.
Quien más quien menos, en alguna ocasión, ha actuado de tal forma.
No puede calificarse de método erróneo pues, esta consideración, dependerá de quien sea quien haga la valoración de las circunstancias. Toda planificación de un proyecto debe enfocarse en conseguir los mejores resultados posibles sin menoscabar la calidad del producto-servicio final y la satisfacción de los clientes y, obviamente, a la obtención de una rentabilidad (monetaria, personal, profesional).
Probablemente lo anterior se da por el temor al fallo, por no querer o no saber ser demasiado creativo o, simplemente, elegir la opción más fácil.
¿Cuáles pueden ser las razones que producen ese temor al fracaso?
Inconstancia.
Muchos fracasan no por falta de conocimiento, preparación o talento sino porque abandonan. Uno de los secretos del éxito consiste en ser constante. Significa hacer lo que hay que hacer y, a la vez, mantenerse concentrado.
Cuando los problemas nos desbordan, renunciar, procrastinar o rendirse parece ser la salida más sencilla. Aquellos que tienen éxito tropiezan, pero se levantan de inmediato. Caerse no es fracasar.
Caer y errar forma parte del proceso de aprendizaje. Errar debe hacernos reconocer que debemos permanecer concentrados, manteniendo el foco y preparados para cuando topemos con los inevitables problemas, con muros que, en principio, considerábamos inexpugnables.
Tampoco está de más tener muy claro que aquellos que no toman decisiones, que no se arriesgan, jamás se equivocan.
La falta de autoestima equivale a una falta de respeto por uno mismo y nos ha afectado a cada uno de nosotros en más de una ocasión.
La falta de convicción.
Otros se conforman con tal de ganar aceptación, incluso a sabiendas de que están equivocados. Se comportan como simples miembros más de la manada. ¿Para qué complicarse la vida? Difícilmente se podrá poner en marcha un proyecto o una idea sino se cree en ello o en tí mismo.
Racionalización
Aquellos que tienen éxito regularmente analizan pero raras veces racionalizan.
No aprender de errores pasados
Uno puede llevar en el negocio de la hostelería 40 años.
Si es del tipo de persona que vive, aprende y observa, prosperará.
Si se es del tipo de persona que hace lo mismo durante 25 o 45 años…no sobrevivirá. No es sencillo admitir el cometer errores pero, sin duda lo mejor es aprender de nuestros errores y no repetirlos.
Errar, fallar no es el final sino un proceso más. Puede suponer un retraso, por supuesto, pero no la derrota.
Podría decirse que “experiencia” es el nombre que le damos a nuestros errores.
Falta de disciplina.
Nadie que haya conseguido algo que valga la pena lo ha hecho sin disciplina. La disciplina requiere auto-control, sacrificio, capacidad de adaptación, aceptación del cambio, evitar distracciones y permanecer concentrado.
Falta de autoestima.
La falta de autoestima equivale a una falta de respeto por uno mismo y nos ha afectado a cada uno de nosotros en más de una ocasión.
Puede llevarnos a negar nuestro talento o a la búsqueda de eternas excusas. Difícilmente podremos poner en marcha un proyecto o defenderlo si no estamos seguros de nosotros mismos.
Nuestro entorno puede considerarnos perfectamente aptos y capaces de grandes logros. Puede pretender que acompañes a grandísimos amigos y profesionales a la consecución de grandes hazañas profesionales. Pero, nada será posible si tú mismo no te lo crees.
En resumen, cuando hablamos de presupuesto no sólo nos referimos al aspecto financiero de la palabra, a la acepción de objetivo, sino a cualquier tipo de iniciativa o proyecto que queramos llevar a cabo. No sólo para la obtención de éxito sino para el simple y llano desarrollo personal.
Para ser exitoso (referido a la consecución de tu objetivo, de tu propósito) se debe empezar por un estudio minucioso y detallado (no eterno que nos paralice), y una correcta planificación.
Finalmente, por supuesto, prever, presupuestar y hacernos a la idea que nos va a costar conseguirlo. Y mucho nos va a costar. De eso, no cabe duda.
Los cambios nunca son fáciles.